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Películas como Bellamy son las que nos alientan
a juntar firmas para que el cumpleaños de Clint Eastwood
sea declarado una festividad internacional como el Día
de la Tierra.
Realmente somos afortunados de contar con Clint y sus trabajos.
Uno piensa en los thrillers y dramas que brindó en
el último tiempo como Río Místico, El
Sustituto y Gran Torino y después asiste a ver estas
pajas francesas pseudo intelectuales disfrazadas de policiales
y no puede dejar de sentirse aliviado que todavía el
cine cuenta con Eastwood.
Afortunadamente en Francia no todo está perdido y existen
realizadores que trabajan el género en serio como Olivier
Marchal (Gángsters, El Muelle) que en estos últimos
años hizo auténticos peliculones y pronto conoceremos
su nuevo trabajo, MR 73.
El director Claude Chabrol, que entre sus antecedentes penales
cuenta con el hecho de haber trabajado en la revista “Cahiers
Du Cinema” (el Opus Dei de la crítica cinematográfica)
además de haber sido uno de los precursores del movimiento
de la Novelle Vague con El bello Sergio (1958), en este caso
le rinde un homenaje al escritor George Simenon..
Este es un dato clave para entender lo que vas a encontrar
en este estreno.
Simenon es responsable de la creación del comisario
Jules Maigret, el detective más ñoño
en la historia de la literatura policial.
Un tipo que no se acostaba con minas, no usaba armas, difícilmente
enfrentaba peligros importantes y llevaba una vida sumamente
aburrida.
Después de leer un par de historias de Simenon llegué
a la conclusión que el único motivo por el que
lograba quebrar a los delincuentes en sus monótonos
interrogatorios, es que los tipos preferían ir a la
cárcel antes que seguir escuchando a Maigret.
La idea de Simenon era trabajar el policial “como la
vida misma” y el resultado fue demoledor porque sus
libros son realmente aburridísimos.
Para los que somos adictos a la novela negra y amamos a personajes
como El Agente de la Continental, Sam Spade (ambos de Dashiell
Hammett), Philip Marlowe (Chandler), Mike Hammer (Mickey Spillane)
y autores como Horace McCoy, Jim Thompson o James Ellroy,
leer a Simenon es como someterse a una tortura de la Inquisición.
Inclusive el Padre Brown de Gilbert K Chesterton (uno de los
detectives favoritos de Borges) era menos mojigato y vivía
aventuras mucho más atrapantes que el comisario francés.
Lo cierto es que el policía Bellamy, que interpreta
Gerard Depardieu en este estreno es un personaje inspirado
por el ñoño de Maigret.
Si Chabrol quería rendirle tributo a Simenon lo logró
a la perfección, ya que su trabajo presenta el “policial”
más aburrido que se pudo ver al menos en los últimos
20 años.
El director ofrece un misterio tonto que no genera intriga
y que para colmo el personaje principal trabaja en el caso
con la misma pasión que un empleado administrativo
podría llevar a cabo una típica liquidación
de sueldos.
Chabrol se enfoca durante gran parte del film en la vida mundana
de Bellamy que es tan aburrida como el caso en el que trabaja.
Lo vemos a Depardieu comer pan con manteca, cenar con amigos,
visitar supuestos sospechosos además de pelearse con
su hermano conflictivo con que el convive y tiene una pésima
relación .
El relato carece por completo de suspenso y los 110 minutos
de duración se hacen eternos.
Entiendo que los críticos de cine que en su puta vida
agarraron un libro y comparan impunemente esta trama con las
novelas de Agatha Christie necesiten sentirse intelectualmente
realizados recomendando este bodrio que clasifican como policial.
Quienes conocen el género tanto en la literatura como
en el cine no pueden ser engañados.
Bellamy podrá ser un retrato psicológico e intimista
de la condición humana y del alma del hombre y todas
esas frases hechas que suelen escribirse en los medios, cuando
no tienen otra cosa para decir pero de ninguna manera es un
policial.
Tampoco es el film inteligente que pretende ser.
Un estreno para el olvido.