Brisa protagoniza una película en rodaje mientras atiende las emergencias de su hijo, adicto a las drogas; la cámara sigue su proceso. El choque entre el cine y la calle, el amor y el miedo, el trabajo y el reconocimiento se traducen en una experiencia inclasificable.
Aburrida, pretenciosa, de lo peor que vi en el año, Rafael Spregelburn hace el mismo papel de siempre, el de no poder expresar nada más que soberbia además de desamor por la actuación, una lástima. Película olvidable.