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Al terminar de ver Hasta el último hombre llama la atención que en más de 50 años de cine bélico a ningún estudio se le ocurriera llevar al cine la increíble historia del soldado Desmond Doss.
Un médico que sirvió en los regimientos de infantería del ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial y se negaba a utilizar armas de fuego.
Desmond tenía una formación religiosa cristiana y se aferraba con seriedad al Mandamiento de la Biblia de no matar, inclusive en un campo de batalla donde corría el riesgo de ser eliminado por el enemigo.
Doss, quien se desempeñaba como médico en una unidad de Infantería, fue protagonista de hazañas que no podían haber sido concebidas por el más creativo de los guionistas.
Obviamente al finalizar la guerra los estudios de Hollywood acecharon como pirañas al soldado para que cediera los derechos de sus historia en el cine.
Inclusive documentalistas y periodistas intentaron sin suerte que el médico compartiera sus experiencias en la guerra a través de entrevistas.
Doss rechazó durante décadas todas las ofertas que le hicieron las compañías de cine porque los guiones que adaptaban su vida lo convertían en un héroe perfecto que exageraban su tarea como médico.
Esta situación generó que se alejara por completo de los medios y nunca hablara con nadie durante muchos años.
Recién en el 2001 el nieto del cantante Bing Crosby, Gregory Crosby, logró convencer al ex soldado para hacer una película sobre su vida, donde se describiera con fidelidad lo que había sido su experiencia en la Batalla de Okinawa.
Doss autorizó el proyecto, antes de fallecer en el 2006, e inclusive participó de un documental junto a sus compañeros del ejército que sirvió como inspiración al nuevo trabajo de Mel Gibson.
Durante los créditos finales de esta producción se pueden ver fragmentos del documental que hacen referencias a algunas escenas increíbles de esta película.
Después de esa joya de acción y aventuras que fue Apocalypto, Mel Gibson regresa como director con esta drama que narra una historia real muy impactante y emotiva.
Gibson dividió su relato en dos partes que están perfectamente definidas en su narración.
En la primera mitad del film el conflicto se enfoca en el origen de Doss y su entorno familiar.
Más allá que uno comulgue o no con sus convicciones religiosas, el director presenta la historia de un joven que se animó a desafiar una institución como el Ejército para no traicionar su integridad y convicciones personales.
Si en una película que presenta una historia de este tipo lo único que te queda en el recuerdo es la violencia de las secuencias de acción, algo se te escapó.
La lucha de Desmond por ser fiel a sí mismo y la barreras que tuvo que enfrentar por pensar diferente es un de los elementos de esta historia que más me impactó de la película.
Una cuestión que se ve reforzada por el modo inteligente que Gibson abordó la convicción religiosa del protagonista.
Desmond Doss no es un fanático evangelista ni intenta cambiar las convicciones del resto de las personas. Nunca predica tener la verdad absoluta ni interfiere en las opiniones ajenas.
El tipo simplemente está convencido en el Mandamiento de no matar y decide no involucrarse en actos de violencia, inclusive cuando forma parte de uno de los enfrentamientos más sangrientos en la historia del siglo 20.
En el campo de batalla lo vemos cerca de su Biblia porque es un obsequio que le dio su novia y el personaje nunca se expresa como un fanático religioso.
Doss no está loco, simplemente se mantiene firme a sus convicciones dentro de un contexto que por supuesto resulta desconcertante.
Andrew Garfield, quien presenta la mejor interpretación de su carrera hasta la fecha, hizo un trabajo extraordinario con este aspecto del personaje.
El actor logra generar empatía desde la presentación del médico y el modo en que abordó la fe sobre la que se apoyaba este hombre es completamente convincente.
No es necesario ser religioso para admirar la historia de una persona que luchó por mantenerse firme a sus principios y en su trabajo fue parte de algunas hazañas extraordinarias.
La segunda parte del film se enfoca a pleno en el género bélico y Gibson logra que el espectador acompañe al protagonista a ese infierno que fue la Batalla de Okinawa.
Con respecto al tratamiento de las secuencias de acción, en la primera escena de este film queda claro que la dirección corrió por cuenta del mismo realizador de Apocalypto y Corazón Valiente.
Sin exagerar, creo que en esta producción Gibson elaboró algunas de las escenas más perturbadoras que se vieron en un film bélico desde Rescatando al soldado Ryan.
Sin embargo, la película nunca cae en la glorificación burda de la violencia y el tono de la acción mantiene un enfoque realista.
Es menester destacar en ese aspecto el trabajo del director de la segunda unidad, Mic Rodgers, histórico doble de riesgo de Gibson en la saga Arma Mortal, cuya labor fue clave en este campo.
No puedo olvidarme del reparto secundario que rodea a Garfield, donde sobresalen muy especialmente Hugo Weaving y Vince Vaughn, quienes sorprenden con personajes diferentes a los que los espectadores solemos asociarlos.
Hasta el último hombre es una biografía brillante donde Mel Gibson en su quinta película como director vuelve a demostrar que es uno de los mejores cineastas de Hollywood en la actualidad.