Exorcismo

De todas las películas malas que hizo Russell Crowe en el último tiempo esta es la más desconcertante de todas.

Al margen que ya había explorado una temática similar el año pasado en El exorcista del Papa este proyecto contaba con un mínimo potencial para ofrecer algo diferente dentro de un género donde no abundan las propuestas creativas.

Una curiosidad interesante es que la dirección corrió por cuenta de Joshua John Miller, el hijo del actor John Miller, quien encarnó al sacerdote Damien Karras en El exorcista de William Friedkin.

 Uno de los productores principales fue Kevin Williamson, quien revitalizó el subgénero del slasher en los ´90 con sus guiones para la franquicia Scream y Sé lo que hicieron el verano pasado.

La premisa argumental de la película jugaba con la supuesta maldición que atravesó el rodaje de la obra de Friedkin para imaginar la filmación de una película de terror que se ve afectada por una posesión demoníaca real.

El film tiene un comienzo muy interesante con un thriller psicológico que explora temas densos relacionados con el pasado traumático de un actor, encarnado por Crowe.

Lamentablemente el director Miller nunca pudo desarrollar su visión ya que el film terminó completamente saboteado por el estudio Miramax.

Un típico caso donde la película termina intervenida por ejecutivos de una productora que mete mano en los contenidos con la finalidad que la propuesta sea más comercial.

De este modo, un relato que se encaminaba por el terreno del suspenso psicológico terminó distorsionado en un clon de esos filmes estúpidos que suele ofrecer a menudo la productora Blumhouse.

Si ven esta película van a notar que hacia la mitad el tono narrativo cambia drásticamente como si hubieran reemplazado a Miller por otro realizador.

En Miramax entendieron que la propuesta original no era lo suficientemente comercial y distorsionaron el espectáculo con una propuesta genérica de exorcismos de esas que llegan a las salas cada 15 días.

No hay ninguna cohesión entre el primer acto y la segunda mitad del film. 

Crowe le saca agua a las piedras y hace lo imposible para que el tedio se haga llevadero pero no puede remontar el festival de clichés con el que se contamina el relato.

Una pena porque la premisa argumental era intrigante y tenía su potencial sin embargo  terminó arruinada por un catálogo de jumpscares baratos que desperdician una buena idea y el talento de un actor al que le quedan chico esta clase de proyectos.

La verdad que duele ver a Crowe, dos veces ganador del Oscar, en imitaciones mediocres del peor cine de la compañía Blumhouse. 

Si les interesa pueden postergar el visionado para la televisión que no se pierden nada relevante.

En los próximos años se presentará una confusión con las películas El exorcista del Papa (2023) y Exorcismo, que llega ahora a la cartelera local. 

Esto se debe a que ambas están protagonizadas por Russell Crowe.

Los que las une, además del parecido del nombre y su protagonista, es que no son buenas. Este estreno es, quizá, un poco mejor dado a que arranca muy bien pero luego se cae a pedazos.

Tanto el primer como el segundo acto son muy sólidos, pero luego el guión se vuelve ilógico y las cosas suceden porque sí. 

Se lo toma al espectador como tonto y eso es imperdonable.

Una lástima porque la idea de la película dentro de la película (encima maldita) es buena.

Russel Crowe está muy bien en el papel, pero porque es un excelente actor. Y aquí se lo ve “laburando a reglamento”.

Además, el protagonismo está dividido. Ya que quien lleva la historia es el personaje de su hija, interpretada por Ryan Simpkins. Lo cual también se siente como un engaño.

No mucho más para destacar. Me quedo con la buena construcción del principio y nada más.