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Sin ir más allá de la decencia, DC Comics y Warner Bros vuelven a incursionar débilmente en este pintoresco mundillo superheróico sin superar, siquiera, la regular adaptación que confrontó a Batman y Superman con anterioridad. Justice League cuenta con un guión muy flojo (incluso inferior al de Suicide Squad) en el que todo pareciera solucionarse con rapidez y sencillez de secuencias que sólo incitan a un deslumbramiento visual. Una película palomitera, que hace lo suyo con algunos livianos ratos de humor y batallas que se dejan apreciar, pero desmedidamente predecible y con poco margen intuitivo a la hora de relucir un proyecto astuto y original.

La grandilocuencia por excelencia del osado terreno que tanto seduce a un Tarantino que, sin duda alguna, explaya aquí la mejor de todas sus obras a través de un elenco enriquecido de experiencia, que plasma una aventurada bienvenida hacia peligrosas y para nada reconfortantes zonas socio históricas del pasado. Tal vez, una película que no es para cualquiera considerando el particular cine característico de Tarantino y su afinidad hacia el humor negro y la violencia bizarra (desde el buen sentido de ambas terminologías) que acaban siendo el condimento esencial de esta historia subida de tono y acompañada por un estrellato que le calza de pies a cabeza.

Logan es el resultado de la vinculación de un director (James Mangold) con uno de los más emblemáticos héroes de la industria comiquera (Wolverine), quien apuesta todo en un largometraje rico en profundización característica, acompañado por una narración que, con lujo de detalle, nos regala momentos tan íntimamente humanos como sensibles e impresionables desde una violencia tan explícita que advierte serle fiel a su protagonista a como de lugar y sin un hueco apto para susceptibles. Sin poder contar con toda la capacidad del cómic, Logan igualmente brilla a través de su impecable anexo argumental y dotada de un poderío emocional tan sólo vistos en otros filmes del género como Spider-man 2.

Andrew Garfield saca adelante a esta entretenida propuesta fílmica que, tomando un poco prestada la filosofía de Raimi, se desarrolla en un contexto mucho más jovial y, por lo tanto, adolescente, que toma gran afinidad con la línea comiquera Ultimate. Sin embargo, este reinicio no encuentra tanto sustento como la obra del año 2002, pero a diferencia de ella, se presta a ser mayormente abarcativa para con el pasado del protagonista y se digna a narrar desde sus orígenes. The Amazing Spider-man no es en vano si uno entiende de antemano la historia de este emblemático superhéroe y superpone las intenciones de un director (Marc Webb) que, sin ser superficial, captó esto de principio a fin.

A la lejanía del espacio-tiempo plasmado por los precursores directores encargados del superhéroe arácnido, Jon Watts da a luz a su obra más pretenciosa en años y con resultados que, un tanto afectados por la ausencia de fórmulas que eran sello propios del personaje, rozan la satisfacción sin lograr el trascendentalismo y la magia en cuestión de las cintas de Raimi. Sin embargo, Homecoming es un disfrutable filme que intenta sacar provecho de otras características del trepamuros, dando por sentado un saco y carismático humor pero no dejando de lado la esencia de Peter Parker y el significado de llevar consigo la insignia arácnida.