Películas comentadas Volver al perfil publico

No podía dejar pasar más tiempo sin ver el film surcoreano que se llevó el Oscar en las mismísimas narices de la Academia. Es una película dinámica, tragicómica, con golpes acertados de ironía y humor. No es el robo de hormiga, ni los pequeños despojos a la casa ajena, ni la lucha flagrante con la servidumbre anterior, ni siquiera las claras señas de que tuvieron la casa tomada. Lo que los separa y los enfrenta hasta la muerte es la diferencia de olor. Estas y otras sutilezas tiene la peli. Hay que saber leerlas. O mejor dicho, saber olerlas.

Anoche me quedé mirando en Netflix la peli “Tenemos que hablar de Kevin” que desarrolla los (no)vínculos entre una madre que no quiere a su hijo y un hijo que no quiere a su madre. Desde que es bebé hasta los 18 de la criaturita va creciendo esta relación de odio en un lugar en que se supone siempre el amor debe ser incondicional. La fotografía y las sutilezas del guión hacen interesantes estas dos horas donde el espectador ya sabe todo lo que puede pasar o no pasar. La traigo a cuento porque el papel de madre lo hace Mathilda Swinton, la ex modelo anglo escosesa tan bella y sugestiva cuya familia está llena de pergaminos y le dio una educación para princesas. El chico es m

Tres genios juntos es demasiado. Sebastián Borensztein, Oscar Martínez y Ricardo Darin. Estoy hablando de Kóblic, la película que se estrenó este jueves. El personaje de Darín, expiloto en los vuelos de la muerte, es el ‘bueno’. Calculen lo duro que puede ser lo demás. Todo transcurre en la pura pampa y en el poblado de Colonia Elena. Cualquiera que haya vivido en uno de esos pueblitos mínimos sabe lo opresivo que puede resultar ese calmo paisaje llano sin horizonte. Borensztein supo captar la densidad de esa atmósfera casi irrespirable. Es un drama rural, no político ni bélico, ni tampoco es un drama de amor. No hay amor. Pocas palabras, acción morosa pero demoledora y angustia, sobre todo,

Ustedes dirán que me paso de fanática cuando se trata de cine argentino. Un poco de verdad hay. El director y guionista Rodrigo Grande¡Cómo se puede ser tan genio! Sbaraglia en silla de ruedas o arrástrandose paralítico por los suelos logra estremecer. Pablo Echarri, tendría que tomar unas cuantas clases de actuación. Se le dio por meterse en el papel del malo capi di tutti i mali. Y no se lo cree ni la Nancy Dupláa. El protagónico femenino lo hace una actriz española que habla en rancio bonaerense-porteño. ¡Las agachadas que hay que hacer para conseguir euros de la madre patria! Pero actúan bien. Resulta un producto diez puntos. Recomendación ferviente: no se la pierdan.

El cine argentino es lo más. Fui anoche a ver “Inseparables” que es la versión local de la peli francesa “Intouchables”. Mucho mejor la argentina que la francesa. Se trata de la historia de dos fuerzas masculinas imparables, dos varones que se la pasan hablando de minas, de la vida, del dinero, de autos. Es definitivamente una película sobre la masculinidad. Las mujeres brillan (sí, por su ausencia, a pesar de la presencia gloriosa de Carla Peterson y Alejandra Flechner). Oscar Martínez en la piel de un parapléjico (nunca podrá hacer ya un personaje más completo) y Rodrigo de la Serna que es definitivamente un genio: hace de ese cuerpo que tiene una obra de arte en movimiento.

La actriz principal es Catarina Spinetta. Nahuel Mutti, marido actual de la susodicha salió del closet y se casa con otro varón. El director le indicó que actuar de maricón es ser un mariposón patético, y allá fue. La acción se narra desde la voz y presencia de un chico de unos doce años, hijo (no podía ser de otra manera) de Catarina Spinetta. Hay otro párvulo que deambula por ahi. Pero en la vida real ¿hijo de quién es? adivinaron, de Catarina Spinetta. Lo mejorcito es el Chino Darín que se enamora y persigue sin tregua a los saltitos, adivinen a quién ¡a Catarina Spinetta! Locaciones baratas y vestuario ad hoc, de cuarta.

A lo mejor fue eso. Fui con tanta-tanta-tanta expectativa que estoy a un toque de decir que no me gustó. Para empezar, la peli es muy larga. Estar más de dos horas viendo estampas de Cañada Verde, perdón, de Salas, no es para ovacionar al guionista. Los discursos del escritor ilustre son un patchwork de frases de otros escritores. Lástima que se notan los hilvanes como en las colchas mal hechas. Eso de que todo lo que hizo en la vida fue para alejarse de ese pueblo de provincia es de Héctor Bianchiotti, por ejemplo. Y así otras. Pero el imperdonable error es el final. Es como que no sabían cómo terminar y le metieron un ‘the end’ onda “esto pasaba en el sueño…”. Así no vale.

Lástima que por esas cosas de la co-producción esta la consabida actricita española, que hace de compañera de Sbaraglia con quien no pega ni con cola de carpintero, ni por la edad ni por el carácter. Y sobre los dos monstruos diré que la peli no le hace honor a Darín; para ese papel de ermitaño embrutecido, cualquier actor tapado por un anorak y colocado en medio de la nieve le servía. A Sbaraglia sí el film le saca el jugo y lo transforma en el verdadero protagonista a medida que el espectador va entrando de a poco en la órbita de su mirada. Durante los dos primeros tercios el film no avanza naranja, todo es previsible, con buena imagen y música ambiental acorde. Pero aburriiido.

Se trata del ocaso de un boxeador que, como suele suceder, tira por la borda toda la pequeña fortuna –preciosa familia incluida– que logró conseguir comiéndose todas las piñas del mundo hasta que llegó a campeon latinoamericano. Adivinen quién parece que nació para el papel de boxeador, primario y torvo, preso de su deseo por la aspirante a boxeadora veinte años menor. Adivinaron. No es que el film sea tan bueno como para aplaudir de pie, pero estos dos te hacen levitar frente a la pantalla. Son una fuerza arrolladora y brutal, son rústicos y bellos, rezuman energía y sensualidad y te lo tiran por la cara como una bofetada desde la pantalla.

Familia de padre, madre e hijo de 24 años. Al hijo lo matan en un asalto una noche, una entradera. Ese hecho devastador, que se conoce apenas empieza el film, es lo único que pasa. Después viene esa morosidad sicologista de enrostrarse varios ‘si hubieras hecho…’, de buscar a ver dónde vivía el asesino, de no poder ya ni volver al trabajo. Jorge Marrale siempre excelente, es verdad. Pero ¿y...? No hay acción. Y a una ahí sentada en el cine le da culpa no engancharse con semejante drama. Pero cuando la parejita de adelante enciende los celus y otra muchachita se levanta para irse, una comprende que no es la única aburrida a quien los 95 minutos le parecen eternos.