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	Una cualidad del director Jordan Peele es que sabe vender con intriga los conceptos que
	trabaja en sus películas.
	Después se le puede objetar la calidad de los guiones y el vicio de forzar sus opiniones
	políticas en todos los proyectos que genera, sin embargo la previa antes del estreno de
	un film es interesante por la ambigüedad que presentan los avances promocionales.
	Hasta el momento en que empieza  el espectáculo nadie tiene en claro de que va el film
	y esa es una sensación muy placentera que se perdió en el cine de norteamericano.
	La buena noticia es que en esta oportunidad Don Peele tuvo la piedad y cortesía de darle
	un descanso a sus trillados comentarios sociales centrados en la perpetua victimización
	de la comunidad negra norteamericana.
	Un tópico que expresó con la sutileza de una topadora en Get Out, Us y los fiascos de
	las remakes de Twilight Zone y Candyman que nadie recordará en el futuro.
	En ¡Nop! al menos hizo el esfuerzo de proponer algo diferente con el fin de no repetirse
	a sí mismo como realizador y explorar otros territorios. 
	Más que una propuesta de terror se trata de un thriller que evoca la vieja  ciencia ficción
	de Hollywood (la gran amenaza que persigue a los protagonistas no podría ser más
	retro) con guiños al cine de John Carpenter, Spielberg y a la primera época de M. Night
	Shyamalan, antes de convertirse en un Lord Sith.
	Peele trabaja el contenido de horror con muy buenas ambientaciones que evaden los
	jumpscares para construir situaciones de tensión más sólidas.
	Sobresale especialmente una referencia muy divertida que incluye al clásico de Dan
	Alioto, UFO Abduction (1989), una pionera del found footage que quedó en recuerdo
	por la desopilante representación de unos extraterrestres enanos.
	Tras un primer actor pausado donde el director se toma su tiempo para presentar a los
	personajes principales luego el conflicto se vuelve más entretenido y hacia el final Peele
	se anima a explorar otros géneros como el cine de aventuras, la acción e inclusive el
	western.
	La película no está exenta del comentario social que en este caso se relaciona con la
	explotación comercial de las tragedias y el maltrato de animales en la industria de
	Hollywood.
	Dos temas interesantes que tal vez podrían haber tenido un poco más de profundidad y
	en la trama se limitan a darle un contexto al ambiente de donde provienen los personajes
	principales.
	En lo referido a la puesta en escena y los aspectos más técnicos ¡Nop! es impecable y
	sobresalen especialmente los efectos de sonido y la soberbia fotografía de Hoyte Van
	 
	Hoytema (frecuente colaborador de Chistopher Nolan), quien podrían aspirar a una
	nominación al Oscar.
	La labor que presenta en todas las secuencias nocturnas es alucinante y dentro de este
	campo sobresale dentro de lo mejor del año.
	En lo referido al reparto Daniel Kaluuya (Get Out) y Keke Palmer se complementan
	muy bien en los roles protagónicos y consiguen sacar adelante el espectáculo.  
	 La gran sorpresa es que Peele rescata la figura de un actor criminalmente subestimado
	como Michael Wincott, recordado por sus villanos memorables de los años ´90.
	Aunque su nombre tal vez no sea tan conocido la mayoría de la gente lo recuerda como
	ese gran Guy de Gisbourne que compuso en la película de Robin Hood (la de Kevin
	Costner) de 1991.
	Wincott está excelente en esta historia con un personaje que probablemente representa
	al tipo más simpático de su filmografía.
	El tema con esta producción es que se disfruta mucho durante su visionado por la intriga
	de conocer la resolución del conflicto.
	Sin embargo cuando empezás a digerir y analizar más a fondo el argumento, la película
	se desarma como un castillo de arena producto de las numerosas inconsistencias y
	cuestiones que quedan sin resolver.
	Peele es un buen realizador que sabe ofrecer productos cuidados en los aspectos
	técnicos pero sus guiones no terminan de convencer y deterioran a menudo propuestas
	que podrían haber sido muy superiores.
	¡Nop! dentro de todo se deja ver y hasta resulta entretenida si llegás a la butaca del cine
	con las expectativas extremadamente moderadas.