Películas comentadas Volver al perfil publico

No es buena la peli, pero quería verla para saber si los directores de teatro que quieren hacer un thriller en cine saben hacer un thriller en cine. Y no. Eduardo Meneghelli, no te salió, hacé teatro nomás.

Ya se sabe que una química bien graduada entre Brandoni y Francella no puede fallar. Y si lo condimentamos con una amistad de 40 años entre dos personajes que más diferentes no pueden ser, el éxito está asegurado. Brandoni es un viejo refunfuñón y escéptico y Francella un langa banana. Nacieron para eso. Que la peli sea tan comercial implica una sucesión de sketches y actuaciones memorables más que un buen hilo narrativo. Las pullas e ironías hacia la intelectualidad y el snobismo de los ‘que saben’ causan más gracia a los intelectuales y a los artistas que al resto del público, creo. Me suena a crítica negativa lo que escribí. Hay que ver la película, me encantó, vale para entretenerse.

El ángel es una suma. Deslumbran las actuaciones de consagrados (Chino Darín, Cecilia Roth, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Peter Lanzani), más el debut del sugestivo Lorenzo Ferro, más una historia con sal y pimienta (la de Robledo Puch), más un director avezado (Luis Ortega), más el retrato de época (producción excelente), más la banda sonora que te derrama toda la nostalgia junta sobre la cabeza, más…Más, más, más…pero el resultado es largo y aburrido. Es como caminar al lado de Alex por la Naranja Mecánica del subdesarrollo. No hay demonización ni análisis sicológico ni pintura social. Hay estética, una estética sublime y entrañable, cargada, violenta, detallista, diáfana, nuestra.

¿Qué estaría usted dispuesto a hacer si su hija de 21 años es acusada de asesinato? Si la respuesta es ‘todo lo que sea necesario para que no caiga presa’, prepárese, porque el camino es largo y, sobre todo... caro. La película es buena, un poco lenta pero buena. No voy a decir que Lali Esposito es buena actriz, no voy a mentir tanto. Pero me creerán si digo que vale la pena ver a Leonardo Sbaraglia, Daniel Fanego, Gerardo Romano y Gael García Bernal haciéndole el aguante.

Bérénice Bejo y Martina Gusman parecen hermanas de verdad, entrelazadas en un trama de amor-odio que las une tanto cuando hay un océano de por medio como en una misma cama. ‘La quietud’ es el nombre de la estancia donde vive la madre, Graciela Borges, una versión mejorada de la matriarca de ‘la Ciénaga’. Los hombres se mueven alrededor de la tríada femenina pero son instrumentos no protagonistas. Mon Laferte satura el espacio musical y no hace falta más. Diálogo e imagen van llevando la narración hacia adelante, no hay flashback, ni explicaciones en off, ni concesiones a la comprensión. Usted entiende o muere. Y lo peor, muere de unas cuantas trompadas en la boca del estómago.

Hacía falta quizá un muy joven Benjamín Naishtat para dirigir la marcha coral de los habitantes de un pueblo de provincia hacia el vórtice de pequeñas y grandes miserias que ponen los condimentos a la cocina de la dictadura argentina más sangrienta. No es un pueblo pequeño, es, digamos, un trenque lauquen. La fecha es 1975: auge de la triple A, gobierno deteriorado y facho. Grandinetti está casado con Frigerio y todo es ‘semi’, hasta lo que nunca podría serlo. Hay un semi crimen, la víctima es un semi hippie, el abogado es semi honesto, el detective es semi milico. La atmósfera está cargada y uno no sabe a dónde van a ir a dar las acciones pero por las dudas ni respira en la butaca.

Con ese título y la sinopsis que decía que se trataba de un thriller ubicado en tiempo de elecciones en Argentina me mandé como por un tobogán. El desencadenante es la aparición del cadáver de una mujer. Cadáveres hay varios en realidad, pero a los que van quedando vivos no se les mueve una pestaña. Ni Leonor Manso se cree el papel que le ha tocado, con eso les digo todo. Eugenia Tobal y Luciano Cáceres conforman la pareja central pero ni con su apostura salvan la ropa. El director se creyó que como está tan instalado que la clase política es es corrupta, había que exagerar los personajes al punto de caricaturas de guiñol. Deplorable libro cinematográfico y pésimo film.

Estamos condenados a ver a Oscar Martínez hasta en la sopa. Menos mal que es tan buen actor que no da para cerrarle la persiana. Lo acompaña esta vez Dolores Fonzi –quien ya madurita resultó buena actriz– y un medio durazno Diego Velázquez (no sé quién es). Muy buena película 'La misma sangre'. Es un thriller sin culpables, sin asesinos, sin detective y sin policía. Es un ‘policial a la Argentina’ dicen los críticos, medio con asco. Y sí ¡¿qué problema hay?! En eso radica el atractivo.

El director elige una perspectiva ‘desde adentro’ de la cabeza de los delincuentes. Fanego tiene una hija, casada con Alberto Ajaka, que secunda al suegro en sus crímenes, y un hijo –Luciano Cáceres– que quiere salirse de la banda y trabaja de vigilador privado. Son todos la misma menesunda: policías, ladrones y el vigilador; pero al meternos en sus miradas y afectos el director nos hace tomar parte, hasta llegamos a amar a alguno y queremos que zafe. El bello Luciano quiere ser decente, la gran diferencia es que como vigilador ganará en toda la furia veinte lucas y con un buen golpe se pueden rapiñar doscientos mil verdes. La taba casi nunca cae del lado de la decencia.

Salimos del cine sin poder decidir si la película nos había gustado o no. Eso es (muy) grave. El director no logra que el espectador entre en empatía ni con la víctima ni con el victimario, no importa quién sea quién. Es un final poco convincente. No cierra. No decae nunca el ritmo y la tensión interna del film. Pero, qué sé yo, tampoco justifica el precio de la entrada y el pocholo. Mejor espere para verla cuando la suban a Netflix.